Dramaturgia
Redención narra, bajo la pluma atenta o, más bien desatenta de Clarice Lispector, las contingencias del ser en su calidad de ser. La construcción de la identidad, la idea primaria de la existencia, serán el eje de la dramaturgia.
Estructurada en dos solos, los momentos se unen narrativamente a través de un personaje que los homologa.
Son dos momentos íntimos de una mujer, el primero se enmarca dentro del monólogo interior, mientras que en el segundo el monólogo interior tiene fugas por medio de las cuales el personaje interpela a un otro desde el cual también construirá su identidad.
Basada en dos textos de Lispector, la obra abre el campo de lo femenino desde un lugar del decir subjetivo y, más bien, introspectivo.
Puesta en escena
Redención narra las vicisitudes de una mujer que se interroga sobre su “ser”, su “estar” en el mundo.
Dividida en dos partes y representada por dos actrices, la puesta apela a encontrar respuestas en el despojamiento. El interrogante excede el carácter personal, el propio rostro, de ahí la misma mujer deviene otra en la medida que avanza, despersonalizándose, en la construcción de su propio ser.
La metamorfosis será entonces uno de los conceptos fundamentales de la puesta. En este sentido, la iluminación será una de las herramientas que acompañe al cuerpo en los movimientos de su devenir.
La esencia de la puesta será la austeridad, entendiendo por ésta, la total ausencia de escenografía. Los cuerpos estarán solos en el espacio, así la vacuidad acentuará la idea de metamorfosis frente al caos del proceso “yoico”.
La intimidad del relato, de esta forma, se traduce en el despojamiento del espacio, colocando a las actrices en el centro de la escena. Como consecuencia, la palabra erige el relato que luego se refunda en la acción dramática. El cuerpo se torna el latido, la caligrafía del decir, así la palabra adquiere profunda dimensión en cuanto se enhebra al cuerpo, es allí donde se amplificará el campo de sus resonancias.
El vestuario en tonos claros emulará la piel, a veces ondulante, a veces rectilínea. Los pliegues se sincronizarán a la voz que dice desdiciéndose, al cuerpo que se sacude ante el profundo movimiento. El vestuario como las escamas de la piel.
De esta forma, ante tanto despojamiento intimista, la iluminación y el vestuario serán los pilares que sustentarán la puesta.
Escritura Lispector
La pluma de Clarice Lispector captura íntimamente la esencia del mundo femenino. Es una escritura subjetiva que sublima y trasvasa la legión del género.
La búsqueda de un lenguaje propio la torna singular y trascendente, de allí la importancia de difundir su obra, de ampliarla por fuera de los márgenes de la escritura, de interlinearla en la fusión de otros lenguajes.
Si Clarice apela a lo que no dice y sus textos aparecen como emergentes de lo no dicho, como la escritura que grita en la entrelínea, allí donde otros suponen el silencio, Redención propone el cuerpo como el metatexto de esa respiración. Es en la fusión entre el teatro y la danza que la palabra reverbera y aparece iridiscente.
Este homenaje supone, además del reconocimiento a su renovadora escritura, la difusión de su obra.
Es insoslayable el aporte a la cultura brasilera de esta enorme escritora que además de legarnos su contundente prosa, también supo ser una autora comprometida con su época.
En un época de tanta fugacidad es imprescindible el contacto y la cercanía con sus textos.
A través de la escritura, Clarice interpela a sus congéneres y contemporáneos. Utilizando la introspección como procedimiento descriptivo y narrativo, asalta a la existencia y a la mirada social y moral que vela sobre ella.
Así, como seres comprometidos con nuestra época, apelamos a la escritura de Lispector con el mismo “estado de emergencia” con que la autora decía escribir, conscientes del paso fugaz por esta vida y, a la vez, como actores comprometidos con nuestra realidad.